CLASE MAGISTRAL EN LAS LAGUNAS DE EL BARCO

Me quedé de aquella manera cuando al leer en el blog de Manolo su subida a la laguna de La Nava, se quedó rezagado del grupo. ¿Qué tendría esa subida para que haga mella en su fortaleza física? Después lo dejaría bien claro el motivo, más técnico que físico. Pues desde entonces, tenía interés de hacer la ruta. Mira por cuánto, la semana pasada tuvimos la suerte de hacerla, con Manolo ejerciendo de guía y maestro.

Fuimos privilegiados al recibir una clase magistral en un entorno espectacular a cargo de un maestro enamorado de la naturaleza, con unos conocimientos impresionantes que  sabe transmitir con grandes dotes pedagógicas.

Llegamos pronto a Nava del Barco, un pueblo perdido en medio de un paisaje natural, muy bien conservado. Una algarabía de pájaros felices disfrutando del bosque de ribera, nos recibe cuando echamos a caminar por un camino de ensueño, que poco a poco nos iría llevando como quien no quiere la cosa hasta las cumbres de Gredos. Y es que durante el largo trayecto, tuvimos pocos momentos de asueto, nuestro maestro se encargaba, si no lo hacíamos por nuestra cuenta, de estar siempre ocupados, imprescindible para el aprendizaje.

Nada más salir las primeras observaciones fueron los pájaros, cómo los conoce, por sus plumas, por su canto, por su vuelo, los caza al vuelo y cómo los describe el amigo Manolo. Nada más empezar a subir, empezamos a pisar la pradera natural, la que sería junto con los pedregales, el suelo de nuestra aventura. Enormes yerbazales encharcados tapizaban el enorme valle antes de adentrarnos en la garganta de la Nava. Más adelante, comprobaríamos que el agua procedía del sistema de riego que seguía funcionando desde tiempo inmemorial, un desnivel en cauce del arroyo que hace de presa, después una acequia va distribuyendo el agua de forma natural, sin consumo energético, una lección de la naturaleza.

Pronto empezaron los piornos a embellecer aún más el valle, rabiosamente amarillos se integraban perfectamente con el verde y las rocas que a medida que el valle se estrechaba las teníamos más cerca. Justo cuando la “U” se hacía más visible y los cantiles parecían bloques de pisos, ocupando las mejores vistas, asistimos a otra lección, esas lecciones ocasionales que no están programadas y casi siempre son irrepetibles. Por la inmensidad del cielo azul sobrevoló un ejemplar de águila real, en un plis plas, ya tenía nuestro maestro localizado su nido, situado en uno de los grandes balcones del gran paralelepípedo, con unas vistas impresionantes. Los prismáticos nos ayudaron a observarlo, a pesar de que no conseguimos ver el polluelo. Sí lo consiguió Manolo, que ascendió ladera arriba hasta ganar altura y ponerse a tiro, sacando unas fotos espectaculares.

Llevábamos buen ritmo, disfrutando de una naturaleza impresionante, con paradas intermitentes para afianzar observaciones. Poco a poco, las morrenas laterales se iban haciendo cada vez más presentes en la garganta, como la pendiente, que en pocos metros se puso cuesta arriba. Unas losas de granito con mensajes a base de puntero y una virgen encumbrada en lo alto de un peñasco, fueron las huellas del hombre en el paisaje, algunas poco acertadas.

Para actuación, casi llegando al circo, la de un quebrantahuesos, de nombre Llopis, llegado de Granada, que nos deleitó con varios pases por el cielo aprovechando las corrientes de aire, qué espectáculo gratis a bastantes metros de altitud. Por esas alturas los lagartos verdinegros, actuaban de vez en cuando, sorprendiéndonos con unos colores dignos de la paleta de un pintor. Alcanzamos la laguna de la Nava, pasado el mediodía. Un efecto relajante produjo en los caminantes, que ya llevaban unos pasos a sus espaldas. El agua de color verdosa, recordaba a las calas de Menorca, en las cumbres aún aguantaban los neveros, el Corral del Diablo, nos miraba amenazante.

Siguió el espectáculo circense, le tocó el turno a las cabras, justo cuando empezaron los peñascos, para enseñarnos cómo saltarlos. Se coló una cierva, que por supuesto nada desentonaba. Subiendo hacia la cumbre, de vez en cuando un ramo de flores diminutas de gran belleza, nos animaba, lo mismo que las mariposas que estaban ahí para empujarnos hacia arriba. ¡Qué inmensidad del valle glaciar con sus cantos rodados lisos y blanqueados por la erosión!

Cuando alcanzamos la cumbre, las nubes agitadas por el viento iban y venían sin timón fijo, lo mismo nos pasó al poder contemplar un paisaje tan espectacular, que no sabíamos hacia dónde dirigir el timón de nuestras miradas. Curioso nombre Corral del Diablo, una cima que es un mirador de las montañas, se mire donde se mire, abarcando kilómetros en la redonda. Pronto Antonio comenzó a desplegar esos mapas topográficos que siempre lleva en la mochila. Tocaba clase presencial, había que ponerle nombre a las cumbres que teníamos delante: El Juraco, La Covacha, Portilla Honda, Castilfrío, La Solanilla..

Nos hicimos los tres una foto en la cima del Diablo, si ese elemento vive por estos lugares, será cuestión de ir pidiendo plaza para el infierno, como dice Héctor Abad en su maravilloso libro “El olvido que seremos”. Tomamos un tentempié para aguantar el trasiego de una garganta a otra, nos aprovisionamos de agua fresca en una fuente coqueta en el comienzo de una pequeña mangada. Hicimos bien, porque nos esperaba una bajada dura y sobre todo larga antes de divisar la laguna de El Barco.

Pequeños hitos y especialmente la aplicación de Manolo, nos fueron llevando ladera abajo entre piornos en flor y peñascos que hacían del sendero no muy apto para despistes. Solos en la inmensidad de la montaña, un rebaño de cabras, con mayoría de machos, estuvieron sorprendidos bastante tiempo, observando hacia dónde nos dirigíamos. Es increíble el poder de observación de los animales.

A pesar, de que en teoría, veníamos del infierno, las vistas eran de película, un circo glaciar casi circular, rodeado de altas cumbres, aún con nieve, del que salía el arroyo formando meandros de una gran belleza, entre el fango de la pradera. Desde la lejanía, se asemejaban a fractales, composiciones geométricas que la naturaleza de vez en cuando nos regala. Seguíamos aprendiendo.

Los piornos de la garganta de la Vega, estaban más amarillos que los de La Nava. La laguna de El Barco, enorme, rebosando agua por la presa artificial, que no supimos explicar el porqué de su construcción. En cambio sí lo tiene el refugio para montañeros que agradecen descansar para seguir ascendiendo a estas cumbres de ensueño. Ya era bien entrada la tarde cuando comenzamos a hincarle el diente a nuestras viandas, más de un diente se fue al suelo nada más empezar.

Mientras hablábamos en la sobremesa acerca de las horas que llevábamos andando sin presencia humana, de golpe y porrazo  surgieron como setas entre la pradera un grupo de jóvenes con ropas de colores vistosos, una sorpresa agradable. Se dirigieron hacia el refugio, para hacer una parada, pues pretendían alcanzar la Covacha para hacer noche.

Después de reposar un tiempo, cogimos las mochilas para ir en busca del final de la ruta, un final al que había que llegar recorriendo la inmensidad de una pradera, por lo que durante unas horas nos convertimos en actores de la Casa de la Pradera, una casa cerrada para el caminante que a duras penas llegaba hasta su puerta y por mucho que llamó, encontró el silencio por respuesta.

Aún hubo tiempo para apurar las últimas lecciones del día, un paisaje sobrecogedor nos acompañaba envueltos entre el ruido de cascadas, el canto de grillos y aves que mostraban alegría por doquier. Una mancha de servales de los cazadores en flor, el salto de la valla para atravesar un enorme prado y una pista entre pinos rectos como una vela, nos llevaron en volandas hasta el punto de salida. ¡Qué gran día, qué gran clase!

11 comentarios en “CLASE MAGISTRAL EN LAS LAGUNAS DE EL BARCO

  1. Manuel López

    Se nota que me quieres bien, Antonio… A ver si repetimos pronto, que la velada fue de las que no se olvidan; y no sólo por la espectacularidad del recorrido o las «jugosas observaciones» sino, especialmente, por la compañía y la tranquilidad con la que lo acometimos, con tiempo para disfrutar de grandes y pequeñas cosas…

    Le gusta a 1 persona

  2. Clemente Castaño

    Que espectáculo natural habéis vivido tocando con las manos el cielo, acompañados del majestuoso vuelo del águila real y del no menos elegante planeo del quebrantahuesos rapaz que lucha por no dejarnos para siempre. Ya estoy deseando encontrar la ocasión para caminar por esos parajes maravillosos y escuchar el cántico del agua libre salvando los peñascales.

    El lun., 14 jun. 2021 22:59, Caminando y relatando escribió:

    > antoniocasmo posted: » Me quedé de aquella manera cuando al leer en el > blog de Manolo su subida a la laguna de La Nava, se quedó rezagado del > grupo. ¿Qué tendría esa subida para que haga mella en su fortaleza física? > Después lo dejaría bien claro el motivo, más técnico que fís» >

    Le gusta a 1 persona

  3. María Belén Castaño Corvo

    Antonio me encanta leer tus narraciones y experiencias. Me quedo con las ganas de acompañaros un día…por esos lugares bellísimos. Estáis invitados a subir a una de las montañas del Valle de México a más de 5000 metros de altura, en Puebla estamos a 2160 metros sobre el nivel del mar.
    Los picos más altos de la zona son : Popocatépetl, Iztaccihuatl….
    y el Citlaltépetl con 5,636 m

    Me gusta

Deja un comentario